Eduardo Sanz Lovatón, o Yayo como se le conoce popularmente, se ha convertido en una figura singular dentro del panorama político dominicano. A diferencia de los políticos que buscan el protagonismo constante, Yayo construye poder de manera discreta, pero efectiva. Su estilo, alejado de la estridencia, se centra en la articulación y la suma de voluntades. Posee una habilidad innata para conectar con las bases del PRM, quienes lo perciben como uno de los suyos, un compañero que ha asumido un rol en la administración pública con humildad y eficiencia.
Y es precisamente en esa dinámica de trabajo, cercana y personal, donde radica su fortaleza. No busca diferenciarse, sino integrarse, comprender las necesidades de sus compañeros y trabajar en conjunto para alcanzar objetivos comunes. Esta capacidad de conectar con la gente, sumada a una gestión pública ejemplar y a una inquebrantable lealtad a sus principios y amigos, lo posicionan como un político con sólidas prendas morales e intelectuales, altamente valorado tanto dentro como fuera del PRM.
La reciente ola de apoyo a su potencial candidatura presidencial, manifestada en declaraciones y adhesiones públicas por figuras clave del partido —como los senadores Cholitin (La Altagracia), Augusto Velázquez (Pedernales) y Pedro Catrain (Samaná), y los diputados Miguel Bogaert, Tony Bengoa (Dajabón), Ignacio Aracena (Santo Domingo) y Vicentico Sánchez Baret (Distrito Nacional)—, confirma que Yayo se ha convertido en un contendiente de peso en la carrera por la presidencia. Estos líderes, representativos de diversas demarcaciones políticas, ven en Yayo la figura idónea para continuar y profundizar el proceso de cambio iniciado por el presidente Luis Abinader. Su capacidad de articular apoyos a lo largo del territorio nacional demuestra no solo su creciente influencia dentro del partido, sino también su potencial para liderar la transformación que el país demanda.
Por Jorge Luis Guzmán