Por Yokasta Rodríguez García
Aunque parezca sorprendente, las infidelidades no son lo que más destruye matrimonios. Lo que más separa a las parejas es el dinero.
El dinero es una de las mayores causas de estrés en una relación y el principal motivo de divorcio.
Muchos matrimonios no se rompen por falta de amor, sino por problemas financieros que, poco a poco, van desgastando la relación.
Primero son pequeñas discusiones…
Luego vienen los reproches…
Hasta que un día, el amor ya no puede respirar.
La relación se asfixia.
Ya no hay paz, solo tensión.
Y no, el problema no siempre es la falta de dinero.
El verdadero problema es no hablar, no hacer equipo, no tomar decisiones juntos.
Porque cuando el dinero manda, el amor sufre.
Pasa lo típico:
- Él no dice cuánto gana.
- Ella no pregunta porque no trabaja fuera de casa y siente que no tiene derecho.
- Se oculta información sobre préstamos, deudas, gastos…
Pero eso no debería ser así.
Aunque una mujer no trabaje fuera, cuidar de la casa y de los hijos es un trabajo sin descanso.
Sin sueldo, sin vacaciones… pero con muchísimo valor.
Y también merece voz, respeto y decisión.
Una pareja no es una competencia, es un equipo.
Y en un equipo se habla, se confía y se construye juntos.
Sí, los celos, la rutina o la falta de deseo pueden dañar una relación…
Pero una mala racha económica, vivir endeudados o no saber cómo salir adelante puede romper más que una infidelidad.
El estrés financiero no es solo un tema de números. Es una carga emocional que pesa en el corazón.
La solución no está en tener más, sino en estar más unidos.
Porque cuando hay comunicación, el amor resiste.
Y cuando hay unidad, el dinero no tiene la última palabra.