Por Yokasta Rodríguez García
Nos han dicho que hablar de los demás es malo, que hay que pedirle a Dios que nos controle la lengua…
Pero mira tú por dónde: la ciencia dice que chismear —cuando no es para hacer daño— puede hacerte bien. Y mucho.
Así que ya no tenemos que estar rezando:
“Dios mío, ayúdame a controlar la lengua”.
Ahora podemos decir:
“Dios mío, gracias por esta conversación sabrosa”
Sí, se le puede dar rienda suelta… siempre y cuando no sea para destruir a nadie.
Porque chismear (con conciencia)…
Baja el cortisol
Es decir, reduce el estrés.
Sube la oxitocina
La hormona de la felicidad.
Lo mismo que sientes cuando abrazas o das un beso.
Fortalece vínculos
Porque cuando hablas, te conectas.
El chisme, bien usado, acerca.
Tiene función social
Establece normas, defiende valores del grupo y ayuda a poner límites.
Pero una pregunta importante:
¿Se puede chismear de otro sin hacerle daño?
Porque a veces lo que realmente buscamos no es destruir a nadie, sino simplemente:
- Hablar para soltar,
- Reírnos un rato,
- Sentirnos entendidas,
- Y sí… desahogarnos sin culpa.
Y eso —aunque no lo parezca— también es
salud mental
Así que no te castigues por hablar.
Solo cuida:
- Cómo lo haces,
- Con quién lo haces,
- Y desde dónde lo haces.
Porque no es lo mismo hablar para dañar,
que hablar para aliviar.