Por Alba Martínez
El término techo de cristal describe las barreras invisibles que limitan el crecimiento profesional de las mujeres, incluso cuando cuentan con la preparación, las habilidades y la experiencia necesarias para ascender. Este fenómeno también afecta a otras minorías que enfrentan discriminación sistémica, pero tiene un impacto especialmente significativo en las mujeres.
En el pasado, imaginar a una mujer liderando un país, ocupando un puesto directivo o incluso cursando estudios universitarios parecía casi imposible. Sin embargo, el tiempo ha demostrado que las mujeres son agentes de cambio en todos los ámbitos.
Hoy, en la República Dominicana no sólo debatimos sobre cuál mujer podría ser la primera en alcanzar la presidencia, sino que también celebramos que mujeres lideren las principales alcaldías del país.
Persisten los estereotipos
A pesar de estos logros, el techo de cristal sigue siendo una realidad en nuestra sociedad. Los estereotipos de género persisten, asociando a los hombres con roles directivos y a las mujeres con funciones de apoyo. Incluso cuando las mujeres alcanzan posiciones de poder, enfrentan cuestionamientos sobre su carácter y autoridad, prejuicios que rara vez se aplican a sus contrapartes masculinas.
Cuando las barreras vienen de otras mujeres
Madeleine Albright, la primera mujer en ocupar el cargo de Secretaria de Estado de los Estados Unidos, dijo: “Hay un lugar especial en el infierno para las mujeres que no ayudan a otras mujeres.” Esta poderosa cita no solo nos recuerda la importancia de la solidaridad, sino también el impacto transformador que tiene el apoyo mutuo.
Una de las paradojas más difíciles de aceptar es que, en ocasiones, las mujeres mismas contribuyen a mantener este techo de cristal. En lugar de solidarizarse, algunas refuerzan estas barreras, a menudo producto de una cultura que históricamente las ha puesto en competencia. Este fenómeno no solo debilita la lucha por la igualdad, sino que también perpetúa un sistema que perjudica a todas.
¿Por qué sucede esto?
Las raíces son profundas. Una combinación de condicionamientos culturales, históricos y sociales ha generado una percepción de escasez en las oportunidades, haciendo que el éxito de una mujer sea percibido como una amenaza para las demás. Esta falta de sororidad no es solo un problema emocional, sino un freno tangible al avance colectivo.
La lucha interna: inseguridades y autolimitaciones
Otra barrera que las mujeres enfrentan proviene de dentro: la inseguridad y la falta de confianza en sí mismas. En una sociedad que durante generaciones subestimó sus capacidades, muchas mujeres dudan de su potencial para liderar, incluso cuando están plenamente calificadas. Este autoescepticismo, sumado a un entorno que rara vez valida su liderazgo, crea un ciclo difícil de romper.
Un llamado a la acción
La verdadera igualdad no se logra ignorando las diferencias, sino reconociendo y valorando la diversidad que cada individuo aporta al ámbito profesional. La lucha contra el techo de cristal exige un esfuerzo conjunto, para construir un entorno donde cada persona pueda alcanzar su máximo potencial sin enfrentarse a barreras invisibles.
El techo de cristal no es solo una limitación profesional, es una metáfora de las barreras sociales, culturales y emocionales que impiden el progreso colectivo, romperlo requiere más que talento o preparación; demanda solidaridad, empatía y acción consciente.