Profesor con más de 50 años de trabajo y 76 de edad aún espera una pensión

Milciades Pichardo

COTUI, Prov.  Sánchez Ramirez.-En Cotuí, tres generaciones de hombres y mujeres conocen al profesor Alejandro Reynoso Veloz, a quien cariñosamente llaman «El Profesor Tato». Lo que muchos ignorábamos es que, tras 50 años dedicados a la educación, aún no percibe una pensión, ya que, según los burócratas del sistema educativo, él nunca formó parte oficial del sistema de educación pública.

 En una revelación impactante durante la entrevista, se supo que en una ocasión intentaron nombrarlo en una escuela para así tramitar su merecida pensión, pero ya era considerado «demasiado viejo» para ser incorporado formalmente al escalafón docente.

Como periodista, he recibido múltiples denuncias de que más de 50 personas en Cotuí, que no han realizado contribuciones significativas al desarrollo de este pueblo, han logrado gestionar pensiones que oscilan entre 15.000 y 200.000 pesos, lo que resalta una flagrante injusticia en el manejo de los recursos públicos.

 «El Profesor Tato», representa el alma de la educación comunitaria en la provincia Sánchez Ramírez. Nacido y criado en el corazón de esta tierra cotuisana inició su vocación docente hace más de medio siglo, alrededor de la década de 1970, en un contexto histórico donde la educación en Cotuí evolucionaba desde modestas escuelas primarias hacia instituciones más estructuradas, impulsadas por reformas nacionales y esfuerzos locales.

 Su apodo, «Tato», surgió de la calidez y familiaridad que siempre ha impregnado su forma de enseñar, convirtiéndolo en un confidente y guía para generaciones enteras de niños y jóvenes que hoy son profesionales, padres y líderes comunitarios.

A lo largo de sus 50 años de servicio ininterrumpido, el Profesor Tato ha sido  como un precursor del bachillerato comercial, pues por su manos pasaron tres generaciones de estudiantes de contabilidad básica,   mecanografía, archivo y secretariado comercial en general  y su rol no solo ocupo el el conocimiento académico, sino también inculco  en sus estudiantes valores como la honestidad, el respeto y el amor por la patria.

En un pueblo marcado por la agricultura, la minería y la migración, su rol fue crucial para contrarrestar el analfabetismo y promover la movilidad social. Aunque no perteneció formalmente al escalafón del Ministerio de Educación, porque siempre trabajo en áreas educativas especializadas, su impacto trasciende cualquier papeleo burocrático.

 Sin embargo, esta dedicación no ha sido reconocida con una pensión, un caso que ilustra las fallas sistémicas en el reconocimiento a educadores independientes o de base comunitaria. A sus avanzados años

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