Un paisaje desolador emerge en las Dunas de Las Calderas, Baní, donde la naturaleza se ve sometida a un implacable asalto. Miles de hectáreas de bosque han sucumbido al voraz fuego desatado por invasores sin escrúpulos, mientras líderes comunitarios claman por acción.
Testimonios alarmantes revelan la magnitud del desastre ambiental: árboles centenarios, como la saona, el aceitún y el guano barrigón, son sacrificados sin piedad por motosierras voraces, dejando un rastro de destrucción irreversible.
Dirigentes comunitarios afirman que de forma brutal, miles de metros de sus áreas boscosas han sido calcinadas por el fuego criminal que provocan ocupantes ilegales de las Dunas
La impotencia embarga a la comunidad, cuyos llamados a las autoridades caen en oídos sordos. Dirigentes como Orlando Mateo denuncian la complicidad flagrante de las instancias gubernamentales, tanto a nivel local como nacional, con los perpetradores de este ecocidio.
Mientras tanto, las Dunas de Las Calderas se desvanecen ante nuestros ojos, convertidas en un paisaje desolado de tierra quemada y sueños perdidos. La pregunta persiste: ¿cuánto más debe sufrir la naturaleza antes de que la indiferencia sea reemplazada por la acción?