La crisis en Haití no es novedosa, a toda la gente que ha entrado en pánico principalmente a quienes me expresan constantemente su preocupación y alerta sobre la vulnerabilidad en la frontera, les remito a los acontecimientos similares de 1986, 1991, 1993 y 2004, mismos hechos, mismas recetas para “palear el problema”. Intervención internacional con despliegue de fuerzas multilaterales.
Única diferencia a convulsiones anteriores es que ahora asesinaron su presidente, las pandillas crecieron y en el pasado no existían las redes sociales, ni los medios digitales en masas.
Hasta el 2021 se contabilizaban oficialmente 77 grupos paramilitares y subversivos, según datos de la Comisión Nacional de Desarme, Desmantelamiento y Reinserción, que han seguido en aumento y se estiman en 120 al 2024, que en su mayoría responden a grupos políticos, sectores internos y externos.
Las gangas o grupos paramilitares son un fenómeno de larga data en Haití.
En lo que concierne al Plan Estratégico de Contingencia del Estado Dominicano frente al permanente “laberinto” haitiano y sus repercusiones, los retos y desafíos siguen siendo los mismos: garantizar la efectiva seguridad fronteriza en la línea limítrofe, controlar los flujos de la inmigración en una frontera “imaginaria”, el tráfico de mercancías y productos, robos de ganados, robos de vehículos, prevenir y perseguir los daños al medioambiente, etc.
Partiendo de esa premisa, de la retrospectiva histórica de las crisis haitianas y nuestra experiencia en los acontecimientos del vecino territorio y sus repercusiones, los dominicanos no deben tener mayores temores, porque en caso de cualquier anomalía (avalancha descontrolada), que toque directamente a la República Dominicana, la operación de Contingencia “Gavión” y otros planes se activan, para garantizar la soberanía y la integridad nacional.